miércoles, 2 de octubre de 2019

EL MALTRATADOR


El señor que da rienda suelta a su violencia lo hace en una habitación destinada para ello. En ese pequeño espacio, que en realidad es la salita de estar de su casa, se desfoga y da salida a la rabia y a la furia desmedida de sus arrebatos. Ese encabritarse lo tranquiliza más que cualquier otra terapia, pero la habitación queda destrozada, sobre todo el televisor, que recibe palos por todas partes y acaba inservible. Luego, cuando se apacigua y toma conciencia de lo que ha hecho, arrepentido, repara los daños de la habitación y compra un televisor nuevo; no podría vivir sin él. 
     Por una cuestión de apego, el televisor que adquiere en su establecimiento de confianza siempre es el mismo o un modelo similar. Es importante que se asemeje y sea lo más económico posible, ya que ha llegado a destrozar doce monitores en un año, uno por mes. El dependiente, un chico que conoce todas las marcas y los nuevos avances tecnológicos, le aconseja que adquiera un plasma con sistema inmunológico; sí, el mismo que tenemos los humanos cuando nos hacemos un corte en el brazo y se nos cierra al cabo de unos días. «Este modelo se autorepara», le asegura. «No le va a defraudar y le va a durar mucho más». Y, efectivamente, el nuevo televisor aguanta las envestidas y los palos de este energúmeno. La pantalla llega a sufrir todo tipo de daños: golpes, rayaduras, incisiones, trompazos, perforaciones, quemaduras…, pero, gracias a la implantación de este sistema innovador, se recupera en apenas unos días, como una herida humana.  

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