miércoles, 8 de agosto de 2018

UN TRABAJO MAL PAGADO


La joven camarera no es especialmente guapa ni simpática, pero verla mientras sirve almuerzos a los clientes provoca en mí un sentimiento morboso. Tiene buenas tetas  y un mejor culo. Sus ojos son de panda porque se los pinta demasiado. Los preferiría con ojeras y sin maquillaje, castaños, verdaderos. Me imagino mi mano cubriendo una de sus nalgas, presionándola suavemente. Sus labios rojos no hablan, nunca dicen nada. Es callada. Se la ve tan agotada… Cuando se van los majaderos de la mañana se sienta un rato en su silla. Ahí descansa. Cierra sus ojos y, durante un momento, se vuelve más bella. Yo la observo haciendo que leo el periódico. Entonces su jefe sale de la cocina y se coloca tras ella. La sorprende con un casto beso en la mejilla. Acaricia su cabello como quien busca piojos, y eso me hace suponer que es su padre o un pariente, pero dejo de suponerlo cuando, por encima del suéter, le soba las tetas.

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