miércoles, 15 de agosto de 2018

LA OLA DE CALOR


A eso de las cuatro de la madrugada, a través del patio interior, oí un batir de huevos. No era un solo batir. ¿A esas horas, quién podía hacerse una tortilla?, pensé. El ruido insistente del tenedor contra la loza me sugestionó. Me asomé a la galería y, efectivamente, había luz en algunas ventanas. Sufríamos una ola de calor. Pensé que un vaso de leche con galletas me iría bien. Abrí el frigorífico, cogí el tetrabrik y me quedé un buen rato con la cabeza ahí metida. Luego, sin saber cómo, me desperté algo turbado, mojando galletas en huevo batido.

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