domingo, 26 de agosto de 2018

EL PERRO


Un perro lloraba con demasiada frecuencia. Sus lágrimas no mostraban tanto su tristeza como lo desamparado que se encontraba. Su llanto se oía tímidamente por los rincones de la casa. Sin embargo, delante de su amo fingía cierto entusiasmo; disimulaba su desdicha. Movía la cola y le proyectaba su admiración. Sabía cómo debía comportarse entre los humanos, aunque él era un perro muy sensible y le resultaba difícil mantener a raya sus emociones. Su dueño, un tipo incapaz de percibirlas, únicamente hacía lo que creía: lo acariciaba, e interpretaba que esas lágrimas de apariencia humana solo podían ser de felicidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario