lunes, 7 de mayo de 2018

LA BELLEZA


Sucede que, cuando me siento bien, puedo ver la belleza en cualquier parte. He llegado a percibirla en unas baldosas manchadas de la acera. Y esa singular apreciación, tan similar a la contemplación estética de una obra de arte, culmina en una sugestiva interpretación estética. Cuando algo vibra positivamente en nosotros estamos tan vivos que todo lo que nos rodea alcanza un nivel superior. La cuestión –y lo paradójico de todo esto– es que hace unos días me enteré por un amigo de que esas baldosas fueron el escenario de un crimen. En ellas ha quedado marcado un acto violento, un enfrentamiento, un recuerdo cruento y desmedido para unos –los vecinos de la zona– y una investigación abierta para otros –los investigadores que trabajan en el caso–. En consecuencia, ese pringue abstracto y cromático del pavimento, que al principio veía como un lienzo ideal o una plasmación llena de gracia, ha cambiado a una estimación mucho menos imaginativa, por lo que ese plus de información ha influido en mí negativamente. Y no debería ser así. A la violencia también le corresponde albergar belleza.

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