viernes, 6 de abril de 2018

MENTIRAS


No contar toda la verdad nos permite vivir más libres y mejor, ya que las mentiras son licencias imaginativas que dan efervescencia a la comunicación. En estas confesiones, propias de los humanos sin conciencia y también con ella, pueden detectarse pretensiones piadosas y espeluznantes. Piadosas cuando pensamos que no tienen importancia y mentimos para no causar pena o lástima, y espeluznantes cuando se convierten en cuestiones más serias. No exagero si digo, por ejemplo, que un señor zalamero y cariñoso puede manifestar continuamente lo mucho que quiere a su esposa cuando, en realidad, lo que hace es engañarla todos los miércoles con otra. Tampoco exagero si pongo en mi currículum que poseo un master en finanzas cuando lo que hice fue un curso de contabilidad; por no mencionar a los que interpretan un papel educado y recatado en su entorno familiar cuando, un día, se revelan con un hacha como feroces parricidas. Nunca nos cansamos de mentir; de contar las cosas de otra manera; de llevar las historias a nuestro terreno, y, si hace falta, de expresar lo contrario a lo que sentimos. Lo llevamos en los genes. Es posible que el peligro esté en nuestra curiosidad insana, pues da la sensación de que las mentiras y las falsedades, junto a esa tendencia obsesiva hacia las noticias desagradables, retorcidas y crueles del día a día, se están convirtiendo en estupendas fábulas que enriquecen la tierra laberíntica de nuestra mente.

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