jueves, 5 de abril de 2018

EMPATÍA


Mi hermana tiene alma de insecto, de ahí su avenencia con los bicharracos. Cada vez que descubre alguna cucaracha correteando por el pasillo u otros lugares de la casa, su intención no es acabar con ellas –como haría cualquier miembro de la familia–, más bien lo contrario, las protege de los escobazos. «¡Yo me ocupo de ellas! ¡Dejadlas en paz!», se enfada cuando mamá grita histérica al verlas. «¡¡Son solo insectos inofensivos, por Dios! ¡No entiendo vuestra ansia por aniquilarlos!!» Pasa lo mismo con los escarabajos, tijeritas, lagartijas, gusanos y otras pequeñas alimañas que puntualmente van apareciendo por la casa. Ella se ocupa. Les muestra respeto y cordialidad, y, amablemente, como si se tratara de huéspedes, los invita a pasar a su habitación para quedarse el tiempo que quieran.

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