martes, 20 de enero de 2015

LA MASCOTA



Tenía una hiena como mascota. La llamaba “Demoníaca” porque era muy temida por los habitantes del pueblo. Devoraba todo lo que caía entre sus fauces pero, aun así, no era carroñera como la solían llamar algunos indeseables, sino una fabulosa cazadora. Toda la carne que consumía se la ganaba peleando.
Cada vez que salíamos a pasear nos sentíamos amenazados, era impetuosa y se volvía loca con la gente. Yo la sujetaba como podía con la correa, aguantando su bestial empuje, y cuando emitía su peculiar carcajada histérica entendía que debía soltarla en la plazuela para que calmara su voraz apetito.

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