lunes, 12 de enero de 2015

LA HORMA DE SU ZAPATO


Cuando el podólogo descubrió horrorizado los pies de su prometida, se juró a si mismo que los transformaría. Un día, protegido con mascarilla y guantes, se dispuso a limpiarlos concienzudamente en una solución de sosa caustica, deshaciendo en pocas horas la costra roñosa que los recubría y reblandeciendo al mismo tiempo sus pétreas callosidades. Luego los frotó con una esponja de alambre y perfiló con piedra pómez la forma podal característica. Cortó sus uñas enroscadas con una sierra de calar, las limó con lija del siete y acabó escarbando entre ellas con un palillo para extraer la fétida plastilina negra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario