sábado, 10 de enero de 2015

DESPOJOS



Me encantaba visitar el museo de mis propios despojos en una pequeña planta baja que mi siniestra familia había alquilado. Con muy buen criterio dividieron la exposición en tres partes bien diferenciadas: cabeza, tronco y extremidades. Y siguiendo ese circuito anatómico, en sus respectivas vitrinas podías encontrarte la extirpación de mis ojos, lengua y orejas, mis sesos diseccionados y mi calavera. A continuación, aún llenos de sangre, mis pulmones, vesícula, estómago, hígado e intestinos. Y al final, desmembrado por completo, mis brazos y mis piernas con las manos y los pies amputados. Una auténtica carnicería para cualquiera que estuviera vivo.

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