martes, 19 de mayo de 2020

LA DENTADURA


Miro la tele balanceándome lentamente sobre mi verticalidad. Me gusta estar de pie y cambiar de canal con rapidez, sin detenerme en su contenido. Un par de segundos en cada cadena son suficientes para que algo capte mi interés. El objetivo es perderme en la sucesión de imágenes que hago avanzar por medio del mando a distancia. Eso me relaja. Me convierto en un tonto feliz que, ante las inabarcables opciones que me ofrece la caja tonta, puedo escarbar en el vertedero de programas como una rata curiosa. Así me alimento de la basura que me ofrece la cloaca televisiva. Durante el día puedo ser prodigioso a través de lo excelso que me aporta el trabajo y cuando llega la noche desconecto para meterme de lleno en el barro de la vulgaridad de las emisiones en directo.
De repente llama mi atención la dentadura perfecta de una presentadora que dirige uno de esos programas verdulero. Retengo el canal y me fijo en la retahíla de dientes que sobresalen de su boca. Tanto las mujeres como los hombres que «trabajan» con su imagen parecen estar obsesionados por evocar cierta belleza a través de la dentadura. Será una moda que podrá tener cabida en su justa medida, pero la desmesura que observo en su blancura es demasiado eléctrica, de un blanco nuclear que me echa para atrás al tiempo que me hipnotiza. La dentadura parece estar recubierta y unificada por una funda de esmalte sin división interdental, como el protector bucal que suelen usar los boxeadores. En el plató, la presentadora mantiene una conversación con uno de los colaboradores. No sé de qué hablan. Solo aprecio la vocalización excesiva en cada una de las palabras que articula para que, en ese abuso, detectemos la maravilla. Así entiendo su coquetería. Entonces llega un momento que da paso a publicidad y, ante la cámara, adopta una sonrisa forzada y ridícula; tan grotesca como antinatural. Nadie le ha dicho que la estética nívea de sus piezas dentales es una chapuza que no casa con la sencillez de sus facciones. Buscar una perfección concreta desvirtúa la belleza global.

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