viernes, 1 de mayo de 2020

EL BINOMIO FANTÁSTICO


49ª crónica de un confinamiento improvisado


Espontaneidad y disciplina. Eso puedo ofrecerlo. Me es cercano. Ambos conceptos, aunque parezcan alejados entre sí, se complementan muy bien, son combinables, al menos en el terreno creativo. Esta dualidad contrapuesta me recuerda al binomio fantástico que algunos manuales de escritura creativa aconsejan para activar la imaginación.
Hoy he empezado a fumar. Ayer fui al estanco y le pedí a mi amigo Ramírez, el encargado del establecimiento, que me vendiera un paquete de cigarrillos para iniciarme en el arte de tragar y exhalar humo. Nunca he sentido el mínimo impulso por fumar, pero he querido probarlo para sentir en mi carne la contraposición de conceptos. Igual he nacido para disfrutar del tabaco y nunca lo hecho por mi tendencia a la inapetencia.
Esta mañana, tan pronto me he levantado de la cama, me he enchufado un cigarro y he empezado a dar caladas. La gracia está en tragarse algo del humo. Pero no me ha gustado. Me he mareado. Aun así, no he querido darme por vencido. Muchas veces escuchamos un disco nuevo de algún grupo o cantante y, de primeras, nos cuesta conectar con su música pero, a fuerza de escucharla y ser perseverantes, al final, conectamos y nos encanta. Hay pocas cosas que nos gusten de entrada. ¿Quién no ha rechazado la cerveza la primera vez que la probó? Yo no podía con su sabor amargo y ahora soy adicto a ella. Necesitamos insistir en las cosas para que nuestro cerebro asimile y entienda que, si se es firme, prácticamente todo puede convertirse en un hecho placentero.
No voy a dejar de fumar. Me esforzaré en aspirar y en exhalar humo cada día. Ramírez me ha dado una marca suave que, al apretar la boquilla, el sabor del tabaco toma un regusto mentolado y se hace más llevadero. He apurado mi primer cigarro dando vueltas en mi taburete rotatorio, como si estaría subido a un tiovivo de feria. Ahora me arrepiento de esa actitud infantiloide. Náuseas y arrojos sin tener nada en el cuerpo. Ese ha sido mi premio. No he podido evitar sacar la bilis. Mi nefasta ocurrencia ha incentivado aún más mi malestar y he acabado por los suelos, pálido, desvalido, y sin fuerzas para nada. Pero ha valido la pena. Un fondo de Mahler se repetía de forma continua en mi cabeza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario