martes, 13 de noviembre de 2018

UNA TIERRA DESCONOCIDA


Soy muy sacerdote. Mucho. Creedme. He bautizado muchísimo; a más de mil bebés, y he casado a centenares de parejas. Empecé desde cero en esta tierra desconocida, y, gracias a la generosidad de la gente y a la ayuda de Dios, he podido construir un pequeño templo en el que puedo dar mis liturgias. En los entierros, debido a que los habitantes de este lugar nunca han demostrado su pena, pagué a una profesional para que llorara a los muertos y contagiara a los más allegados; una plañidera. Venía cubierta con un velo negro y presidía las lamentaciones; expresaba la desolación con energía y otorgaba el tono de tristeza que convenía. Pero, al parecer, no era convincente, pues no consiguió que nadie derramara ni una lágrima. Desde que estoy en este pueblo, nadie ha sentido la pérdida de un ser querido, por eso voy a celebrar el I Certamen de Plañideras, dentro del Festival Anual del Día de Todos los Santos. A ver si lo consigo. Porque si algo soy es muy sacerdote.

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