lunes, 14 de marzo de 2016

BAÑO MARÍA

La astuta curandera retenía energías verdes, rojas, amarillas y azules en tarros herméticos de cristal que después vendía. La gente más ingenua se las compraba y las consumía como una conserva. Les explicaba que para prepararlas bien y no se perdieran sus extraordinarias propiedades, lo mejor era sumergir el envase que contenía el efluvio tintado en un cazo con agua hirviendo, para que recibiera un calor suave y constante. De ese modo, se iba cuajando el contenido del tarro, y cuando la espiritosa energía tomaba la apariencia de una gelatina, estaba lista para tomar y, según el color, para sanar.

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