sábado, 18 de diciembre de 2021

EL SECRETO DEL PINTOR

¡Sentaros, os contaré cómo pinto mis cuadros! 

La mejor alternativa que conozco para liberar mi creatividad reside en la bebida, concretamente en la ingesta desproporcionada de vino tinto con refresco de cola, lo que llamamos calimocho. Es un cóctel sencillo y fácil de preparar que se ajusta a mi economía y, además de potenciar mi intuición, me ayuda a ser más creativo e ingenioso. También puedo serlo a través de la combinación de otras sustancias, pero son demasiado caras y, tras consumirlas, acabo convirtiéndome en un ser autodestructivo. 

No hay nada más peligroso que un hombre sin imaginación, ¿no creéis? Hay que ejercitar la inventiva, sea como sea. Debéis saber que los mejores descubrimientos ocurren durante el proceso creativo, siempre por casualidad, fruto del azar y la serendipia, en el fango de nuestra voluntad por que nazca algo de la nada, pero, para ello, para que esos hallazgos surjan, deben provocarse. Mi triunfo como artista depende de la manera en que consiga alterar mi visión de la realidad y de la calidad estética de esas casualidades. Para ello, a eso iba, solo he de prepararme un vaso ancho con hielo y mezclar varios cartones de vino con la cola. Alcanzar la visión adecuada me cuesta un buen rato, he de beber bastante, pero vale la pena. Cuando lo consigo me desinhibo y pierdo el miedo. Nace la genialidad a través de mis alucinaciones y devaneos. Me transformo en otro ser y veo el cielo como un celofán azul celeste, transparente, gaseoso. Contemplo un césped en el firmamento, con pliegues durante el día y un manto de chiribitas plateadas durante la noche. Nada me intimida y todo fluye. ¡Probadlo, veréis! ¡Es una sensación tan placentera! Aunque, cuidado, cada uno debe encontrar su punto. Es evidente que empinar el codo del modo que yo lo hago tiene sus ventajas, aunque también desencadena unas resacas monumentales.


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