jueves, 21 de junio de 2018

HAZME CASO


Las razones que motivan a acabar con la vida de otras personas pueden ser varias. Es importante que al principio, cuando te inicies, sean argumentos sencillos, no es preciso buscar cierta sofisticación para que la acción tenga valor. Por ejemplo, puedes matar porque no tengas nada mejor que hacer o estés aburrido; también porque quieras dedicarte plenamente al arte de matar, como si fuera un oficio al que es importante dedicar sus horas. Matar por matar está bien, es válido, pero yo te recomendaría que buscaras algún precepto sencillo que te diera más juego. Va bien ponerse alguna regla o cumplir algún aspecto que tú mismo puedas establecer. Si quieres puedo decirte lo que hice yo. ¿Quieres?... ¿Si?... Venga, va, te lo cuento porque eres tú, ¿eh?
     Yo me centré en un pueblo concreto. Elegí uno del norte de Castellón que tiene bastante turismo en verano. Me gusta que haya mucha gente, así puedo elegir. No voy a decirte qué pueblo elegí; eso, en realidad, no tiene importancia. El caso es que decidí que mis víctimas fueran siempre hombres, con barba y que predominara el color azul en su vestimenta. Esa fue la norma que me impuse para matarlos de lejos, escondido, y con una pistola. ¿Qué te parece? Si, además de cumplirse esas características, los susodichos eran calvos y llevaban riñonera, mi compromiso era acercarme a ellos por la espalda y darles muerte acuchillándolos con un machete. ¿Qué? ¿Cómo te quedas? Mola, ¿eh? De esta manera, con ingeniosas pautas, se  incentiva el entretenimiento y la motivación es máxima. Hazme caso.  

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