martes, 17 de febrero de 2015

LA MATANZA



La matanza del cerdo resultó ser un procedimiento muy limpio, nada de sangre a borbotones ni gritos ahogados de sufrimiento. Más bien lo contrario, el animal, dócil, se dejó coger por el matarife y sus ayudantes como quien traslada un sofá de un sitio a otro. Lo coloraron en una gran máquina de acero, ajustaron su rechoncho trasero a una cuchilla circular y, cuando el disco empezó a girar a gran velocidad, apretujaron su carne a la afilada hoja. Salieron finas lonchas recién cortadas de jamón de jabugo, chorizo, salami, jamón de york, chóped y una apetitosa mortadela de olivas.

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