Quiero estar recubierto por
buganvillas moradas de las que mi madre cultivaba en el jardín. Que las masas de
flores trepen sobre mí para vibrar con los matices púrpura y magenta. Que el
verano me brinde un sol brillante y pueda convertirme en un galante vegetal.
Podría vivir en un tiesto, incluso en uno pequeño y colgante, orientado al sur, alejado de este cuerpo escombro que me ha tocado habitar y que tanto me hace
pensar. Meditaría desplegado al aire libre, sería la última vez, y entraría en
mi centro orgánico para inquirir, desde
la quietud, hasta qué punto soy culpable en el desorden y la maldad de este truculento
mundo.
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