sábado, 23 de diciembre de 2017

LA HORMONA DE LA FELICIDAD

Algunas veces para sentirme feliz muerdo un lápiz Staedler HB y consigo estar alegre, entusiasmado, lleno de júbilo. Debo generar dopamina; la hormona de la felicidad. Otras no logro sonreír ni mordiendo uno por uno todos los colores Alpino. Cuando eso ocurre me vuelvo del revés y todo lo veo negro. Hoy es uno de esos días. Me ducho, me afeito, me pongo el traje y me digo: ¡hala, voy a morirme! Y empiezo alcoholizándome en cualquier bar para infundirme valor. Enseguida me da por morder el borde de madera de la barra, por si la dopamina fluye. Pero nada; sigo sintiéndome desdichado y con impulsos suicidas. Las cosas del destino hacen que al salir del bar me tope con una pitonisa a la que dejo que me vaticine el futuro. Hace su trabajo y me dice que le ha salido la carta del hombre que vomita en la taza del váter. Que yo mismo…    

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