martes, 9 de junio de 2015

LA INVASORA

La joven insensata salió a estirar las piernas. Lo hizo con sumo cuidado; de puntillas. Aun así, fue detectada. La luminosidad del día pasó de repente a tinieblas y la bóveda celeste que se movía sobre la silenciosa ciudad se transformó en una cohorte de nubes tormentosas que acompañaron a la amenazante y oscura cumulonimbus; la reina de los fenómenos meteorológicos. Inmensa como una montaña, adoptó la apariencia de una terrorífica bomba atómica, engendrando en sus entrañas un terrible ataque de rayos y truenos para ser lanzado sin piedad sobre aquellos que osaban salir de casa a dar un paseo. 



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