domingo, 3 de mayo de 2015

NADIE NOTA NADA



Hay quien necesita encerrarse unas horas al día para llorar y vaciarse; ahogar sus gritos desesperados en el cojín donde yacen sus propias lágrimas y, a modo de terapia, cuando se extingue esa incómoda presión en el pecho, conversar con los geranios que aún sobreviven a ese entorno sombrío para vomitarles la bilis de su desdicha. Se recupera pronto, pero se asfixia y sale a la calle a respirar otro aire, a cortar con ese tormento del alma. Su fortaleza le cambia el rictus y lo convierte en otra persona capaz de interpretar una pose dicharachera. Así, nadie nota nada.

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