martes, 28 de febrero de 2017

EL CUCHITRIL

Cada cual puede fabricar su espacio de detritus. Yo tengo una habitación que he ido llenando de recortes de revistas, fotos, posters, postales, anotaciones, recibos, documentos… Todo aquello acumulable que puede engancharse en las paredes y el techo con una chincheta. También he ido embutiéndola de trastos y objetos inservibles, restos de comida, botellas vacías y marcas biliosas producidas durante las noches virulentas. Es un santuario de desperdicios orgánicos, un espacio donde fusionarse con esa esencia, y ya está a un nivel tan coherente, impenetrable y compacto que cuando se consigue uno se da cuenta de que no tiene límites.

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