jueves, 26 de enero de 2017

EL TEMPLO

Si por mí fuera, firmaría un final fulminante, grotesco, un pim-pam-fuego indoloro. Que ocurriera almorzando en el bar de siempre, en mi Templo, con amigos, gozando de un plato atiborrado de galeras fritas. Me pincharía con gusto la parte interna de los carrillos, pues estos crustáceos punzantes son puñeteros cuando los succionas con demasiada ansia para apurar su carne. Dios está en ese plato redondo de comida casera, en la copa de vino con gaseosa, por supuesto en el pan, el carajillo quemado y en ese licor de endrinas capaz de otorgar sentido a esta vida, y a la otra

Relato finalista en Wonderland el 04/02/2017

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