martes, 29 de agosto de 2017

PACO DE LUCÍA

En el pueblo donde se mantenía un fuerte apego por la muerte, se tenía por costumbre desenterrar a los muertos al cabo de un año de su defunción. Un hijo, pasado ese tiempo, así lo hizo y fue al nicho de su madre. Allí le esperaba el sepulturero, provisto de herramientas para abrir la caja y depositar los restos en un saco. En su interior estaba postrado su esqueleto y el vestido de flamenca con el que prometió engalanarla, agujereado por mil sitios por los gusanos. También seguía sonando una musiquilla que le grabó, muy tenue, de Paco de Lucía. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario